Ibn Battuta, el gran viajero musulmán
Abu Abdullah Muhammad Ibn Abdullah Al Lawati Al Tanji Ibn Battuta nació en Tanger, Marruecos en el seno de una familia acomodada dedicada a la magistratura islámica (qadis). Desde joven se vio interesado por la lectura de viajes y geografía, como también por la botánica y teología islámica, siguiendo los pasos de su familia.
A los 22 años decidió comenzar a viajar con el motivo de realizar el Hajj o peregrinación a la Meca (hizo 4 peregrinaciones en total durante su vida). Sin embargo, su viaje continuaría durante cerca de 29 años, su recorrido cubrió aproximadamente 120.000 km, equivalente a 44 países modernos. Viajó desde el norte de África, pasando por Egipto y la costa swahili; La Meca, la Península Arábiga, pasando por Palestina y la Gran Siria. Recorrió Anatolia y Persia a Afganistán; cruzó el Himalaya hasta la India; y a continuación, Sri Lanka y las Maldivas; y luego llegó a la costa este de China.
A su regreso en 1349 a la ciudad de Fez, Marruecos, trabajó como cadí y en el año 1355, el sultán le pidió que pusiese por escrito sus viajes. Para realizar esta enorme tarea, pidió colaboración al escritor Ibn Yuzayy de Granada, que dedicó tres meses a escribir el texto conocido como Rihlat ibn Battuta “Los viajes de ibn Battuta” o “A través del Islam”, aunque el verdadero título es “Maravillas de los observadores en las extrañezas de los países y en las rarezas de los viajes”.
La finalidad del texto tenía como objetivo proporcionar al sultán relatos e información de las diferentes regiones del oriente. En sus viajes, Ibn Battuta, informó sobre datos históricos y geográficos, costumbres, diferentes culturas y su folclore; relatos fantásticos. Aún maravillado por cada rincón que visitaba, de todas maneras resaltaba la importancia del Islam por sus dogmas, el estilo de vida y comportamiento de cada musulmán, como así también por su comprensión del mundo: “Censuraba costumbres como la presencia de mujeres con los pechos descubiertos en las islas Maldivas y la promiscuidad de la población negra de Mali; por ello, su ideal femenino lo encontró en la región india de Hinawr, cuyas mujeres eran bellas, castas y aplicadas en el conocimiento del Corán. Criticó también de forma despectiva todo aquello que se desviaba de los principios morales y religiosos del Islam, como las leyendas faraónicas”1.
En “Los viajes de Ibn Battuta” la Basmala es la apertura de la obra: "En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”; y en su Introducción explica que Ibn Yuzayy al-Kalbi es el escritor de la obra que fue encomendada por el califa Abu Inan Faris (sultán de Marruecos a mediados de siglo XIV) según lo relatado por Ibn Battuta, también conocido como Abu Abdallah al-Luwati, el tangerino.
Según el relato, da a entender que viajaba con recomendaciones, porque siempre era recibido por gobernantes. “Cuando llegamos a Bagdad [después de recorrer Tabriz y otras ciudades en Irán e Irak] me encontré con los peregrinos que se preparan para el viaje, así que fui a visitar al gobernador y le pregunté por lo que el sultán había ordenado para mí. Se me asignó la mitad de una camada de camello y provisiones, agua para cuatro personas (…) Ya había conocido a este último, sino que se fortaleció nuestra amistad y mantenido bajo su protección y favorecido por su bondad, porque él me dio aún más de lo que había sido ordenado para mí (…)”.
Para cuando llego a la India, Ibn Battuta, ya era un hombre de cierta importancia y fama. La India, gobernada por el Sultán Muhammad Ibn Tughluq, le recibió con honores y regalos, e incluso, más tarde nombrado qadí de Delhi. El Sultán retratado como una persona tanto generoso como cruel, y que gobernó con mano de hierro a toda la sociedad indiscriminadamente, incluso sin diferencias entre musulmanes e hindúes. Ibn Battuta fue testigo de todas las glorias y los reveses del sultán, temía por su propia vida al ver a muchos amigos ser víctimas del déspota sultán. Su posición alta en la corte le llevo al infortunio y desgracia, pero la buena suerte le salvó la vida al ganar nuevamente el favor del sultán; y fue enviado en una embajada a China en 1342.
El viaje de retorno a través de Sumatra, Malabar, y el Golfo Pérsico a Bagdad y Siria. En Siria fue testigo de los estragos de la Peste Negra de 1348, y cuenta que se salvó purgándose de la fiebre con una infusión de hojas de tamarindo.
Algunas de sus observaciones:
Sobre su visita a Alejandría: “(…) Esta ciudad es una perla resplandeciente y luminosa, una doncella fulgurante con sus aderezos (…)”,
Sobre la comida turca “(…) Ellos no comen pan ni ningún alimento sólido, pero preparar una sopa con una especie de mijo, y todo tipo de carne que puedan tener se corta en trozos pequeños y se cocinan en esta sopa (…)”
En China impresionado por la inmensidad de su territorio y sociedad cuenta que: “hasta los pobres visten de seda”. Dice que no se usan las monedas sino que se compra y se vende con “trozos de papel”. “Los chinos son paganos, adoran ídolos y queman sus muertos al modo de los hindúes.” Además, habla sobre la seguridad y servicios para los viajeros: “China es el país más seguro y propicio para el viajero. En cada lugar de parada en la ruta hay una posada bajo la custodia de un oficial allí residente, que manda una guardia de jinetes e infantes”.
En las Islas Maldivas “"Casarse en estas islas es fácil, por lo exiguo de la dote y lo agradable que resulta el trato carnal con las mujeres de aquí. La mayoría de los hombres ni siquiera mencionan la dote, sino que pronuncian la sahada (profesión de fe musulmana) y entregan la suma estrictamente legal. Cuando atracan los barcos, sus tripulantes se casan con las isleñas y, a la hora de partir, las repudian, pues ellas no salen nunca de su país; es decir, que se trata de una especie de casamiento de placer. No he visto en el mundo mujeres mejores que éstas, en lo que se refiere a cohabitar con ellas. La maldiveña no encomienda a nadie el cuidado del marido, sino que ella misma le pone la mesa y se la quita, le lava las manos, le trae el agua para las abluciones y le tapa los pies cuando duerme. Tienen la costumbre de no sentarse a la mesa con su esposo, para que éste no sepa lo que come su mujer. Yo me casé en las Maldivas con varias mujeres, algunas comieron conmigo, después de engatusarlas; pero otras no lo hicieron y no conseguí verlas comer, por más artimañas que urdí" 2.
Material Consultado
National Geographic, “Ibn Battuta, el mayor viajero de la Edad Media”, en http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/ibn-battuta-el-mayorviajero-de-la-edad-media_7019
“Ibn Battuta: El peregrino incansable” http://www.viajeros.com/articulos/381-ibn-battuta-el-peregrino-incansable
Biografías y Vidas, “Ibn Battuta”, en http://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ibn_battuta.htm
A.G. Farrand, “Who was Ibn Battuta”, en http://www.ibnibnbattuta.com/p/who-was-ibn-battuta.html
Fordham University, “Medieval Sourcebook:Ibn Battuta: Travels in Asia and Africa 1325-1354”, en https://legacy.fordham.edu/halsall/source/1354-ibnbattuta.asp
Enciclopedia Britannica, “ Ibn Battutah”, en https://www.britannica.com/biography/Ibn-Battutah
1.National Geographic, “Ibn Battuta, el mayor viajero de la Edad Media”, en http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/ibn-battuta-el-mayorviajero-de-la-edad-media_7019
2. “Ibn Battuta: El peregrino incansable” http://www.viajeros.com/articulos/381-ibn-battuta-el-peregrino-incansable